Cuando era pequeña mi padre quiso enseñarme a jugar al ajedrez. Al final, lo único a lo que jugué en ese precioso tablero vintage fue a crear ceremonias entre las figuras blancas y las negras.

 

      Vengo del mundo del diseño. Me gusta conocer las últimas tendencias y paso bastante tiempo en redes sociales como Instagram o Pinterest, compartiendo y buscando inspiración.

A los 20 años organicé mi primera boda, bastante jovencita. Fue entonces cuando entendí cuál era mi pasión y decidí apostar por ella. Comencé a formarme junto a varias empresas españolas de renombre. Algunas no dudaron en ofrecerme un puesto entre su equipo, donde seguí aprendiendo.

 

      Aunque el fin (o el principio, según se mire) siempre fue tener mi propia empresa y equipo, fue durante ese periodo cuando descubrí mis tres talentos: creatividad, persistencia y empatía. Suelo captar con facilidad la personalidad de cada pareja a la que acompaño en la aventura de su boda y confieso que son contadas las veces en las que no me emociono en el momento del «Sí, quiero».

 

Violeta Marinero

      Cuando era pequeña mi padre quiso enseñarme a jugar al ajedrez. Al final, lo único a lo que jugué en ese precioso tablero vintage fue a crear ceremonias entre las figuras blancas y las negras.

 

      Vengo del mundo del diseño. Me gusta conocer las últimas tendencias y paso bastante tiempo en redes sociales como Instagram o Pinterest, compartiendo y buscando inspiración.

A los 20 años organicé mi primera boda, bastante jovencita. Fue entonces cuando entendí cuál era mi pasión y decidí apostar por ella. Comencé a formarme junto a varias empresas españolas de renombre. Algunas no dudaron en ofrecerme un puesto entre su equipo, donde seguí aprendiendo.

 

      Aunque el fin (o el principio, según se mire) siempre fue tener mi propia empresa y equipo, fue durante ese periodo cuando descubrí mis tres talentos: creatividad, persistencia y empatía. Suelo captar con facilidad la personalidad de cada pareja a la que acompaño en la aventura de su boda y confieso que son contadas las veces en las que no me emociono en el momento del «Sí, quiero».

 

Violeta Marinero